La línea entre educar y limitar es muy sutil. Y los adultos a menudo la sobrepasamos. Pensamos que debemos enseñar todo a los niños. Es cierto que los pequeños tienen mucho que aprender, pero no podemos caer en el error de pensar que nuestra manera de hacer las cosas o de ver el mundo es más válida o, peor aún, es la única y correcta.
La función de los padres y maestros no es crear copias exactas de sí
mismos sino darles las herramientas a los niños para que puedan
desarrollar al máximo sus potencialidades. Educar es sinónimo de
enriquecer, no de limitar. La educación no consiste en llenar la mente
con conceptos y formas de hacer, sino en liberarla para que sea
realmente libre para pensar y crear.
Existen muchas formas de limitar la mente de los niños y atarla a los convencionalismos...
Cada vez que regañamos a un niño porque intenta hacer las cosas a su manera y le enseñamos a hacerla como nosotros, pensando que es la única forma correcta, limitamos su creatividad.
Existen muchas formas de limitar la mente de los niños y atarla a los convencionalismos...
Cada vez que regañamos a un niño porque intenta hacer las cosas a su manera y le enseñamos a hacerla como nosotros, pensando que es la única forma correcta, limitamos su creatividad.
Cada vez que regañamos a un niño porque ha cometido un error, le
generamos miedo al fracaso y sentamos las bases para una autoestima
negativa.
Cada vez que le ponemos una etiqueta a un niño, cortamos un pedacito de su personalidad, limitándola a las expectativas de los demás y encerrándola en una caja siempre más reducida.
Cada vez que le impedimos aprender por su cuenta y le sobreprotegemos, le impedimos desarrollar sus habilidades y, lo que es aún más importante, la confianza en sí mismo.
Cada vez que le ponemos una etiqueta a un niño, cortamos un pedacito de su personalidad, limitándola a las expectativas de los demás y encerrándola en una caja siempre más reducida.
Cada vez que le impedimos aprender por su cuenta y le sobreprotegemos, le impedimos desarrollar sus habilidades y, lo que es aún más importante, la confianza en sí mismo.
Cada vez que pretendemos que un niño siga nuestros pasos, porque
pensamos que es lo mejor para él, le arrebatamos la posibilidad de soñar
y perseguir sus propias metas.
Este corto titulado “A cloudy lesson” se convierte en
una excelente lección para los adultos. Fue realizado en 2010 por la
directora Yezi Xue. Se trata de una historia inspirada en la relación entre
un abuelo y su nieto.
1. No existe una manera correcta de hacer las cosas. Cada cual debe experimentar por sí mismo y encontrar la estrategia con la que se sienta más cómodo y refleje mejor su forma de ser. Esto es importante en el caso de los niños pues tienen una creatividad asombrosa y si la cercenamos, después es muy difícil que vuelva a florecer.
2. De los errores pueden nacer grandes cosas. Los errores son
parte del proceso de aprendizaje, por lo que no debemos temerles ni
transmitirles a los niños una idea negativa sobre ellos. En vez de
evitar y castigar los errores, debemos animar a los niños a que aprendan
de ellos e intenten descubrir su lado positivo. Es un
excelente ejercicio mental incluso para los adultos ya que nos anima a
abandonar la actitud derrotista y buscar nuevas perspectivas.
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