De pequeños disfrutábamos enormemente de la vida. Prácticamente cualquier cosa era una fiesta, una oportunidad para descubrir, crecer, divertirse… Sin embargo, con el paso de los años sacrificamos la felicidad en el altar del deber. Nos enseñaron que debíamos aplicarnos más, esforzarnos más, ir siempre más allá... Nos dijeron que si nos dábamos por satisfechos con lo que teníamos éramos conformistas…
Nos inculcaron la idea de que no valemos por lo que somos sino por lo
que logramos. De esta manera aprendimos a plantearnos objetivos, y a
centrarnos en ellos, a no desfallecer hasta alcanzarlos. Y así la vida,
sin darnos cuenta, se ha convertido en una especie de salón donde
exponer nuestros trofeos. Nos hemos convertido en las víctimas perfectas
del virus que ataca a nuestra sociedad: el conclusionismo.
El conclusionismo es la tendencia a poner la vida en pausa hasta que
alcancemos determinados resultados o logremos ciertos objetivos. Es la
tendencia a pensar que estaremos mejor o que seremos más felices cuando
logremos algo, que siempre está en el futuro.
Las cosas que
has logrado forman parte de ti, pero son tu pasado, no son tu presente
y, sobre todo, no son tú.
Tú eres mucho más, eres tus pasiones, tus sueños, tus ilusiones, tus
planes para el futuro, las cosas que te gustan y las que no, aquello en
lo que crees, lo que amas, lo que te hace vibrar, lo que te entusiasma y
también lo que odias, lo que rechazas y lo que te disgusta.
No es necesario tenerlo todo para
disfrutar de la vida, porque ya tenemos la vida para disfrutar de todo.
No hay ninguna razón para aplazar la felicidad, la alegría, el placer o
la relajación más que la creencia, o más bien la urgencia, que sentimos
de terminar algo.
La vida es eso que pasa mientras estamos ocupados haciendo otros planes
"Cuando me amé de verdad comprendí que, en cualquier circunstancia, yo estaba en el lugar correcto, en la hora correcta y en el momento exacto, entonces pude relajarme.
Hoy sé que eso tiene un nombre… Autoestima
Cuando me amé de verdad, dejé de desear que mi vida fuera diferente y
comencé a aceptar todo lo que acontece y contribuye a mi crecimiento.
Eso se llama… Madurez
Cuando me amé de verdad, dejé de temer al tiempo libre y desistí de
hacer grandes planes, abandoné los mega-proyectos de futuro. Hoy hago lo
que encuentro correcto, lo que me gusta, cuando quiero y a mi propio
ritmo.
Hoy sé que eso es… Simplicidad
Cuando me amé de verdad, desistí de quedarme reviviendo el pasado y
preocupándome por el futuro. Ahora, me mantengo en el presente, que es
donde la vida acontece.
Hoy vivo un día a la vez. Y eso se llama… Plenitud"
Una reflexión de Charles Chaplin