“La enseñanza que deja huella no es la que hace de cabeza a cabeza, sino de corazón a corazón”. Frase de Howard G. Hendricks, (1924-2013) – distinguido profesor y presidente del centro para el liderazgo cristiano en el Seminario Teológico de Dallas, Texas-, autor del clásico ‘Enseñando para cambiar vidas’.
Enseñar de corazón a corazón para dejar huellas, como dice Howard G. Hendricks, es trabajar desde la empatía, la validación y la disposición abierta a ser enriquecido por el otro.
Diferente a querer rellenar de conocimientos, a convencer sin
dudas o a inducir comportamientos, este tipo de enseñanza, de
ineludible relación con el propio aprendizaje, apunta a desarrollar la
autogestión, crear competencias de gestión de la realidad, de las
posibilidades y de las relaciones, y facilitar el vuelo sin señalar el
cielo a volar.
De cabeza a cabeza se brinda información, se instala el marco
a respetar, se marcan niveles y alcances desde afuera, se indican modos
y formas y se busca meter en moldes.
Desde la búsqueda de llegar al corazón, generando contextos
empáticos y libres de aprendizaje, alentando la creatividad y la
búsqueda de modos propios, facilitando la pregunta y el cuestionamiento,
sosteniendo de la mano sin intentar llevar a una única mirada, se
invocarán el compromiso voluntario, el asombro , la capacidad de
descubrir y se conectará con la emoción.
Para ello se hace necesario bucear en los propios
sentimientos, alentar el deseo de enseñar y no la obligación de formar, y
poner la congruencia al servicio de la construcción compartida.
Porque no hay proceso de enseñanza aprendizaje mas profundo que aquel que se teje en relación.
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